HIJOS Y ALUMNOS DE LA RED
I
Soy profesor de educación de la fe y de teoría del conocimiento. Tengo poco más de 40 años. Mis trabajos escolares los hice a mano y en una máquina de escribir mecánica. Las primeras computadoras (Commodore y Sinclair) me alcanzaron cuando estaba en IV de secundaria, se escuchaba en las radios a Miguel Ríos cantar su “Amor por Computadora”, y solo un año después de la aparición del Atari con su PacMan y sus Space Invaders. Soy de los que estudiaron programación Basic (y Pascal) y pasaron su vida universitaria con disquetes de 5 ¼ y 3 1/2 y con máquinas que al prenderlas no tenían nada (Había que programarlas). Solo mis últimas tareas de la Universidad y los primeros de mi trabajo como profesor fueron hechos en el procesador de texto Word Perfect, en él único tipo y tamaño de letra disponible. En los últimos 10 años mi trabajo y mi vida cotidiana se han visto afectados por el email, el INTERNET y un sinnúmero de softwares y juegos que se han ido sucediendo rápidamente uno tras otro. Recién el año pasado, so pretexto de las bodas de plata de mi promoción de colegio, me atreví a ingresar al Facebook.
Soy de los que pasa horas “enchufado” en su PC. Reviso periódicos, mis tres correos, mis cuentas en google reader y facebook, mi blog (aunque todavía hay muy poco en él) y ahora en LinkedIn. Ya incluyo en mis clases, además de las separatas hechas en Word, Corel Draw o Excel, las presentaciones en Power Point, y algunos materiales de youtube o yonki series. Actualmente estoy tratando de aprender a usar algunos softwares y páginas educativos y de presentaciones (Jeopardy, Ping, wolfram alpha, issuu, entre otros) que me han recomendado en un encuentro de profesores del Bachillerato Internacional. Y como parte de mi equipo de trabajo tengo USB, laptop, scanner, cámara fotográfica digital y celular.
Me siento todo un migrante digital que está tratando de aprender un nuevo idioma y una nueva cultura. Y mis alumnos e hijos son –muchas veces- mis mejores profesores. Aún me descubro a menudo “tartamudeando” y pensando en mi cultura escrita para luego “traducir” a la cultura digital. Por ello suelo quedarme corto. Por ejemplo, cuando intento enviar un mensaje por mi celular, todavía escribo todas las palabras completas y me enredo en los signos de puntuación que los jóvenes y adolescentes llaman emoticons. A menudo siento lo que deben sentir nuestros alumnos cada vez que nosotros, sus profesores, les presentamos un tema nuevo utilizando un lenguaje aun más nuevo, o más bien, más viejo.
En este mismo momento escribo esto en mi laptop, peleándome con las novedades que aún no manejo bien del Word 2007 (y pensar que ya salió la versión 2010), al mismo tiempo que juego y reviso algunos mensajes en Facebook, y espero que un par de alumnos me envíen por correo sus ensayos.
Es desde este contexto personal que me atrevo a compartir algunas inquietudes sobre las relaciones que hay o pueden haber entre Internet, cultura, ética, conocimiento y educación. No es una reflexión terminada. Pretende ser más bien ser un punto de partida. Es más una lluvia de preguntas y de inquietudes que el mundo de mis alumnos me obliga a pensar. Para muchas de ellas no tengo aún respuesta. Solo sospechas e intuiciones. Sospechas e intuiciones que, navegando por Internet, descubro una vez más, no son solo mías y que ya han sido sistematizadas por alguien en algún lugar del mundo.
II
Para enmarcar mis reflexiones tomo prestado de la Reflexión final del texto “Derribando Muros”(2) , que escrito para periodistas, considero debe ser lectura obligatoria para todos los maestros:
"La evidencia de los hechos y el decir de muchas disciplinas científicas –desde la lingüística, la semiótica, la sociología y la antropología hasta las neurociencias- nos pone ante la comprobación de que la electronalidad está transformando profundamente nuestras formas individuales y colectivas de ser y hacer, nuestras instituciones, y en profundidad, las propias maneras como nuestro cerebro opera para ver y comprender el mundo".
Más que una época de cambios, estamos ante un cambio de época, que no está marcado solo por la globalización y la cultura hedonista, relativista y pragmática de la posmodernidad, sino fundamentalmente por la nueva sociedad del conocimiento y la electronalidad, que nos aturde con tanta información y nos obliga a pensar y estar en el mundo de una manera nueva ante las “maquinitas” de la nueva comunicación digital.
Yo he estado equivocado al pensar como muchos que la PC y la Internet son sólo instrumentos que hacen la vida más fácil y punto. Hoy reconozco mi error:
“La gente comete un grave error al mirar el futuro. Cree que las nuevas tecnologías que ya lo están marcando – como Internet- serán com la televisión o la heladera, y que en consecuencia, no afectarán nuestra vida más allá de hacerla más cómoda. Es mentira: estas novedades son mucho más invasivas y expansivas, a tal punto que afectarán la manera en la que pensamos, sentimos y actuamos” (3)
Es evidente que el hombre genera actualmente grandes cambios tecnológicos, pero es también cierto que esta nueva tecnología está pariendo un nuevo ser humano(4). La revolución de civilización a la que estamos asistiendo es similar a la ocurrida con la invención de la escritura y de la imprenta. La diferencia es que aquella tomó cientos de años y esta a lo sumo tres o cuatro décadas.
La educación ha sido una institución social tradicionalmente conservadora. Se ha preocupado en preparar a las nuevas generaciones para el mundo que les tocará transmitiéndoles más la cultura acumulada que mirando las características del mundo venidero. Por ello es normal ver a los maestros y maestras haciéndose mil preguntas ante el inmenso cambio cultural que está ocurriendo, pues nunca antes el futuro cercano fue tan distinto al pasado, ni tan poco previsible. Nunca antes los hijos sabían más que sus padres, ni los alumnos más que sus maestros, en muchas áreas del conocimiento.
Por eso no es de extrañar que por ello la tecnología se demore en ingresar a las aulas –además de por razones económicas- y que al percatarnos de lo que viene sucediendo, más a través de lo que viven y cuentan nuestros alumnos que lo que nosotros mismos vivimos, los maestros nos llenemos hoy de incertidumbres. Desde las más filosóficas y trascendentes: ¿Cómo serán los hijos y los alumnos de la electronalidad y la cultura interactiva? ¿Cómo razonarán, percibirán, se comunicarán y compartirán sus afectos las próximas generaciones? ¿Cómo acompañar, formar y preparar a los nativos de esta nueva cultura? ¿Qué será mejor, facilitarles el ingreso en la era digital o defender los valores de la cultura que hemos estado viviendo?
Hasta las más concretas: ¿les dejamos usar su celular en clase? ¿qué hacemos ante el ciberbulliyng? ¿y el copy-paste y los derechos de autor? ¿y los peligros que aparecen en el ciberespacio? ¿y la ludopatía electrónica? ¿y la escritura y lectura como la conocemos hoy?
Hace algunos años Constantino Carvallo escribió un artículo titulado “La computadora en el aula: De la tecnofobia a la tecnofilia”(5) a raíz de que en un colegio de Lima se exigía la presencia de los alumnos con su laptop en clases. En dicho artículo comentaba las reflexiones y dudas que Platón tenía en torno a la escritura y su defensa del diálogo oral como mecanismo de aprendizaje y humanización. También planteaba, siguiendo a MacLuhan, lo que la escritura había significado sobre el modo occidental de acercarse a la producción del conocimiento, priorizando la razón, el lado izquierdo del cerebro, y la mano y el ojo sobre el oído. En esa época Carvallo manifestaba no ver aún el Homo Digitalis, ni las ventajas de la tecnología sobre el aprendizaje de los alumnos. La PC se veía entonces solo como una tecnología que daba paso a una asignatura más en las escuelas y mejor marketing para las escuelas y como una herramienta de apoyo en algunas clases, como las de ciencias. Sin embargo, sí planteó sus inquietudes sobre la influencia del uso de las PCs en el tiempo libre de los alumnos, sobre todo en las nuevas formas de establecer las relaciones sociales entre los adolescentes, y de la terrible dificultad que había entonces para aburrirse y estar a solas, lo que genera problemas, según él, para construir la propia identidad.
Hoy, año 2010, creo que muchos avizoran, no sin temor ni angustia, la emergencia del Homo Digitalis en los niños y adolescentes de nuestras escuelas, a los que se consideran ya nativos digitales, hijos y alumnos de la web 2.0, y a los que se ha dado por llamar la GENERACION INTERACTIVA (6) . Las generaciones de la cultura escrita fuimos formados bajo los paradigmas del Orden (reglas, homogeneidad, igualdad, pensamiento lineal no simultaneo ni paralelo), la permanencia (inmutable, sagrado, poder), la lógica (razón, objetividad, impersonalidad, universal) y la certeza. El mundo de hoy requiere aprender a vivir y pensar en medio del caos, de la pluralidad, de la heterogeneidad, la inclusión, la tolerancia, lo pasajero, la emoción, la sensación, la individualidad, la subjetividad, la relatividad y la incertidumbre. Por ello esta generación es distinta a las generaciones anteriores. No sé si mejores o peores. Pero sí distintos(7) . Y necesitan serlo.
Siguiendo a García Fernández y Bringué Sala(8) esta generación se caracteriza por “nuevos modos de comunicarse, estudiar y, sobre todo, relacionarse”. Muchos de ellos hijos únicos de padres sobreprotectores, la tecnología les permite atrincherarse en sus dormitorios para escapar del control adulto y poder conectarse con el mundo de sus iguales. Allí ellos y ellas escapan de la soledad y conviven con: la velocidad, las múltiples pantallas, el exceso de información de toda calidad, la omnipresencia de los otros, la conexión constante y en tiempo real con gente de todo el mundo, la múltiples realidades (virtuales y reales), la acción permanente y la fantasía generada por computadora. ¡Qué contraste con la mayoría de nuestras clases!
Vivir en un mundo así hace que se desarrollen nuevas capacidades y habilidades y se dejen de desarrollar otras, y que las formas de conocer (razón, percepción, lenguaje y emoción) sufran modificaciones fundamentales(9). La neurociencia nos advierte de la posibilidad de que la nueva generación no coincida con las características ni el orden de los desarrollos –sobre todo el cognitivo- que hemos aprendido en nuestros libros tradicionales de psicología, pues estos nuevos estímulos vienen esculpiendo cerebros muy diferentes a los que conocíamos. En un mundo en el que los avances tecnológicos van más rápido que nuestra capacidad para asimilarla, no podemos afirmar que esto sea bueno o malo. Es diferente. Y nos toca a los maestros pensar y responder a los desafíos que este mundo virtual nos plantea hoy y sus connotaciones éticas. ¿Qué necesitarán nuestros alumnos para vivir con dignidad y felicidad el mundo que les tocará vivir? ¿Qué requieren aprender para ser, hacer, conocer y convivir no en este mundo sino en el que viene?
III
Aunque todo parece cambiar y ser diferente, creo que hay cosas que deben mantenerse, aunque no sea fácil ponerse de acuerdo en qué. Yo me atrevo a plantear un asunto vital a seguir trabajando en las escuelas: la necesidad del acompañamiento de los seres humanos para hacernos plenamente humanos. Ni los padres de familia ni la escuela puede abdicar de su deber de acompañar a los niños y adolescentes en su proceso de hacerse humanos adultos, tanto a cada uno como al conjunto. He ahí nuestro reto.
Este acompañamiento debe seguir ciertas pautas. La primera es la cercanía. Padres de familia y profesores debemos ser adultos cercanos a nuestros hijos y alumnos, de tal modo que ellos sientan que tienen autonomía para construir su vida, pero que no se sientan abandonados y que pueden acudir a nosotros cuando lo necesiten. Es decir ni muy cerca ni muy lejos. La segunda es que debemos hacer un esfuerzo por conocer el medio digital en el que se desenvuelven. Si no se ingresa en la red no se la entiende. Quizá pedirles de vez en cuando que nos enseñen algo del ciberespacio, o que podamos navegar juntos afiance nuestras relaciones, y nos permitan orientarlos también en este mundo. La tercera es asumir que la red es como la calle: la libertad requiere responsabilidad. Si en la vida real no es adecuado hablar con extraños, en la red tampoco. Hay que manejarnos con cuidado, confiando solo en los que conocemos bien. Si en la vida real no se acepta el robo, en la red tampoco. Si en la vida real es importante el pensamiento crítico, la velocidad de la red no debe hacernos pasar por alto este asunto. Si en la escuela a nadie le gusta que lo maltraten, en la red es igual, siendo tarea de todos enfrentar el ciberbullyng. La cuarta es ayudarles a cuidarse en el ciber espacio. Hay que prevenirlos contra los peligros que hay en la red: adicción, sobreexposición de la vida privada, acosadores, pederastas, ladrones, hackers y otros bribones, contenidos inadecuados (violencia, cibersexo, ...), aislamiento, chismes y mitos urbanos, alienación y huida de la realidad “real”, el consumismo y la ostentación por los equipos de última generación, entre otros.
La quinta es ayudarles a reconocer las oportunidades que brinda la red y sacarle el jugo. La web 2.0 permite el paso de la pasividad del consumidor al rol activo y emprendedor del productor y creador de información. Esto empondera a la población y democratiza la información. Estar informado por canales alternativos, en tiempo real y con materiales diversos: imágenes, vídeos, textos, páginas webs, blogs, juegos, música, etc. Oportunidad para conocer, comunicarse, compartir con gente variada de todo el mundo: correos, chat, Messenger, redes sociales, etc.
La sexta tiene que ver con una propuesta moral. No se trata de prohibiciones o laissez faire, laissez passer. Tampoco de promover la tecnofobia o la tecnofilia. Se trata de ser ciudadanos digitales responsables. Si bien la ética no se reduce a un listado de valores, sino que debe supone una reflexión profunda sobre los criterios con los que se eligen y se priorizan estos y la manera de vivirlos, me atrevo a proponer 10 valores que pudieran orientarnos en el acompañamiento de la generación digital(10): Respeto, libertad, identidad, integridad, intimidad, autonomía, calidad de vida, cuidado y acompañamiento, respeto por la ley y derechos de autor. Y en todos estos, es primordial que maestros y padres de familia, seamos los primeros modelos, no como seres perfectos sino como personas que vamos aprendiendo y buscando equilibrio y coherencia en nuestras vidas. Hay que tener cuidado con los dobles mensajes y la doble moral que predican unos criterios pero realizan otros en su vida cotidiana. En este sentido es importante no solo lo que se vive en la red, sino lo que se vive fuera de ella. A este respecto valdría la pena fortalecer el encuentro intergeneracional, por ejemplo entre nietos y abuelos, y que cada uno enseñe y aprenda desde su vida.
IV
Para terminar quisiera hacer unas últimas reflexiones desde y para la escuela. La red no es lo único nuevo en el mundo, por lo que no puede ser la culpable de todo lo que ocurre. Para acompañar la vida de los alumnos es preciso identificar los elementos fundamentales del nuevo entorno cultural posmoderno y la nueva realidad de las familias. Las familias de hoy son diferentes a las de ayer. Desde su composición, su ciclo y tiempo de vida, las exigencias sociales a cada uno de sus integrantes, el tipo de relaciones padres e hijos, el tamaño de la vivienda, los agentes socializadores primarios, las demandas y exigencias educativas, el papel de la estimulación temprana, etc. Esto plantea retos sobre el perfil de los padres de familias que se aceptan en la escuela, el rol de las escuelas para padres y el modo en que se puede efectivamente trabajar todos estos asuntos de la red -y otros- junto a los padres de familia. Es poco probable que la escuela sola obtenga los resultados esperados.
La escuela puede cerrar los ojos a toda la cultura de las generaciones interactivas y limitarse a reprimir cada vez que surjan problemas entre los miembros de la comunidad educativa en el mundo digital ¿pero es ético y educativo? O puede abrir los ojos, meterse al mundo virtual para conocerlo y acompañar a sus alumnos en esta nueva geografía, asumiendo los conflictos y dificultades que conlleva. Para ello debe implementarse, preparar a sus maestros y fijar una política tecnológica clara, que incluya: el tipo y ritmo de equipamiento de la escuela, la clase de formación que se va a brindar a cada estamento del colegio y un manual de convivencia en la red, que oriente las tareas preventivas necesarias y el cuidado de todos, formalice los valores de la institución ante el avance tecnológico y sus usos, y fije un reglamento consensuado que regule las relaciones en la red.
Finalmente, quiero terminar señalando que no creo que la tecnología vaya a desplazar a los maestros. La educación depende más del profesor que de la tecnología que se use. No dudo que la red tiene más –y a veces mejor-información que los maestros, pero difícilmente podríamos delegar en ella el rol formador del maestro. Definitivamente hoy, y más mañana, el rol del docente es distinto. No será más el que lleve la información a los alumnos, ni el que sepa más en el aula. Pero sí será el que ayude a sus alumnos a darle sentido a lo que se encuentra en la vida y en la red, y finalmente a su propia vida. Se necesitan maestros que emprendan la difícil tarea de redefinir su rol en el mundo y que se capaciten para lograr sus fines. Esto no es tarea de dos o tres quijotes en cada escuela. Esto es tarea en equipo de las comunidades de maestros de cada escuela y del magisterio en su conjunto.
NOTAS:
(1) Graham, G. (1999).”Internet: una indagación filosófica”. Madrid. Editorial Cátedra. Citado por García Fernández y Bringué Sala (2010) Educar hij@s Interactiv@s. Madrid. Foro Generaciones Interactivas. p. 19. Si bien este texto se escribió en 1868 y se refería al ferrocarril transcontinental, perfectamente lo podemos aplicar al INTERNET y a toda la tecnología digital de hoy.
Por un lado, nos ayuda a pensar en el impacto que está teniendo, y por otro, nos recuerda que en los últimos 150 años ha habido muchos inventos que han generado cambios sustanciales en la vida del ser humano, y que este es uno muy importante, pero solo uno más, ante el cual la escuela tiene algo que decir.
(2) BIONDI SHAW, J., MIRÓ QUESADA DE LIRA, S. y ZAPATA SALDAÑA, E. (2010) “Derribando Muros. Periodismo 3.0: Oferta y demanda de comunicación en el Perú de Hoy”. El Comercio. Lima.
(3) Susan Greenfield. Entrevista citada en BIONDI SHAW, J., MIRÓ QUESADA DE LIRA, S. y ZAPATA SALDAÑA, E. (2010) “Derribando Muros. Periodismo 3.0: Oferta y demanda de comunicación en el Perú de Hoy”. El Comercio. Lima. P. 29
(4) Ver el dibujo al principio del artículo.
(5) Revista IDEELE, Nº 153, marzo del 2003. Instituto de Defensa Legal. Lima. pp. 81-85
(7) Burbules y Callister, citados por García Fernandez y Bringué Salas, lo advierten: “los cambios introducidos en la tecnología siempre van acompañados de una multitud de otros cambios en los procesos sociales y pautas de actitud; y tal vez sean estos últimos, no las tecnologías mismas, los que ejercen el mayor impacto en el cambio social”. p. 12
(8) Op.cit. capítulo 1.
(9) Basta ver el modo en que el lenguaje es utilizado en estos medios tecnológicos (por ejemplo, por la economía del lenguaje, ver cómo van despareciendo las vocales) y el impacto en nuestra percepción de los mundos virtuales y de las imágenes y videos (por ejemplo, compara la velocidad, estructura y efectos visuales de las secuencias del cine de hoy con el cine de hace 25 años).